PREFACIO Moriré, es una certitud, no hay escapatoria, nunca la hubo. No merezco morir, pero tampoco vivir. Mi vida desde el principio ha sido un terrible error, una maldición, y creí que mi muerte sería la única forma de remediarlo, pero estaba equivocada. Todo comenzó cuando era pequeña, mi tío, Sam, me contó que mis padres murieron poco después de mi nacimiento; nunca me explicó cómo, y tampoco se lo pregunté. Durante mucho tiempo ignoré el tema sin hacerme preguntas, hasta que un día la realidad de sus muertes me impacto: jamás volverían, nunca los conocería y lo peor de todo es que no me habían llevado con ellos. El rencor que sentí hacia la vida, mi vida, se volvió tan profundo que no la quise más. Irremediablemente he pensado que la vida no valía la pena de ser vivida y muchas veces me he preguntado el sentido del vivir y del morir. Sin duda alguna, pensaba que la vida encontraba su significado en la muerte, inclusive llegué a pensar que la coexistencia de la vida y la muerte e
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