1. La Desaparición
Atrapada en la espesa neblina del bosque, jadeante y sofocada,
intento vanamente de salvar mi vida. Sé
que no lo voy a lograr, no se puede luchar contra las criaturas del mal y
tampoco contra los límites de su propio cuerpo: mis pulmones me arden, mi
corazón a punto de estallar golpea dolorosamente mi pecho, y mis piernas por
más esfuerzos que dé van más despacio.
La
adversidad de la oscuridad del bosque me desespera, las ramas desnutridas y
ásperas de los árboles raspan mi piel con sus manos esqueléticas tratando de retenerme,
como si hubiesen hecho un pacto con el mismo diablo para provocar mí pérdida; sin
embargo, tengo que escapar, no se trata de salvar mi vida sino de salvar mi
muerte.
De
pronto, mi pie choca contra una raíz de un árbol y cayó sin fuerzas,
rindiéndome ante la fatalidad de la vida que se me acaba y de mi muerte que
nunca llegará.
Agotada,
cierro los ojos esperando que la criatura del mal ejecute su amenaza pero lo
único que logró oír dentro de las tinieblas del bosque es un sonido continuo y estridente
aproximándose alejando la espesa neblina, y a su paso el bosque entero.
Mi
mente intenta localizar ese sonido estridente e incesante enfocándose en el
ruido. El eco me resulta bastante familiar, fuerzo mi memoria hasta recordar su
proveniencia. Súbitamente lo supe; de vuelta en mi cuarto, en mi cama, junto
con la alarma del despertador, alzo mi brazo casi insostenible callando el
sonido ensordecedor.
Con
tiempo, logré sentarme, froté mis ojos con mis manos sudadas y temblando recogí
mi cabello empapado por el sudor.
Al
levantarme me sentí febril y cansada, intente caminar hacia el baño pero de
pronto mis pies cedieron obligándome a respaldarme sobre el borde de la cama. Sin
razón alguna mi cuerpo luchaba para quedarse acostado en la cama. Por supuesto
las ganas de quedarme no me faltaban, pero tenía que ir a la universidad. Al
pensar en ello mi mirada se detuvo en el reloj, y contabilicé las horas.
¡Quince horas! ¿Cómo había podido dormir tanto? Apurada, titubeante, fui
directo al baño para ducharme.
El
agua caliente recorrió mi cuerpo gélido con un alivio evidente sentí poco a
poco el calor invadirme nuevamente calmando mis temblores. Tomé el champú
vertiéndolo en la palma de mi mano y empecé a friccionar mi cabellera reflexionando
sobre esta espantosa noche; vagamente me recordaba de aquella pesadilla, traté
de buscar su sentido, pero más me esforzaba más perdía la memoria de éste, minutos
después toda sensación del sueño se escondió en algún rincón oscuro de mi
mente, en el refugio del olvido.
El
sentimiento de soledad regresó para atormentarme una vez más, desencadenando
aquel dolor comparable con la desaparición de un ser amado. Nunca había sufrido
un sueño tan poderoso al punto de sentirme destrozada aun despierta, sacudí la
cabeza negándome a caer en el vacío de la desesperación; forcé mi mente a
desviar el enfoque de mis pensamientos.
“¿Qué tienes que hacer hoy?”, me alentó mi
voz. Cierto, examen de historia, lo cual significaba reunión con Lucio para
repasar la materia. Me apuré a salir de la ducha, para vestirme con unos jeans y una camisa verde de satín,
adoraba ese material. Me miré en el espejo para apreciar el conjunto, y no me
sorprendió mucho notar las ojeras moradas debajo de mis ojos, tenía que
pintarme para ocultar un poco ese desastre. Me fijé en la hora, tenía veinte
minutos para terminar de alistarme, desayunar y llegar a la reunión.
Una
vez en la cocina, nada me apeteció, además de que no tenía todo el tiempo del
mundo, así que me encaminé hacia la sala, agarré mis llaves del carro y salí de
la casa.
Cuando
llegué al campus, Lucio me esperaba en el lugar a donde siempre me parqueaba,
una sonrisa de felicidad se dibujó en sus labios al verme llegar. En el momento
que abrí la puerta, me ayudó a bajarme, lo cual me hizo sonreír; una vez me caí
magistralmente, y desde entonces, él siempre anticipa mis posibles tropiezos.
—¡Hola
guapa! —me dijo con voz que no ocultaba la emoción de verme.
—¡Hola,
corazón! —lo abracé lo más fuerte que pude. Me hacía bien tenerlo en mis brazos
y disfrutar de ese cariño robado. Sin embargo, no tenía lógica haber hecho
semejante gesto. Habíamos decidido terminar nuestra relación de novios por el
bien de los dos, evitando en lo posible, gestos comprometedores.
—¿Qué
te pasa? —Se notaba una especie de angustia en su voz.
—Nada.
¿No puedo hacer un cariño amistoso, a mi mejor amigo?
Claro,
lo sabía era mala fe contestar de esa manera, pero que podía yo contestarle.
¿La verdad? ¿Cómo podía confiarme, si ni yo misma sabía lo que me pasaba?
Me
agarró de los brazos y me apartó de él delicadamente, investigando algún
indicio de mentira, me conocía más de la cuenta para saber que no rompería el
tratado sin tener alguna razón válida. De modo, que le dirigí una de mis mejores
sonrisas dada las circunstancias; sin convencerlo en lo más mínimo, le supliqué
con la mirada de dejar el tema.
—¿Preparada
para el examen?
—¡Claro!
De todas maneras vamos a dar un repaso, ¿Verdad? —Aliviada al constatar que mi
mensaje paso mejor de lo esperado.
—Seguro.
Nos
sentamos en una mesa apartada del campus, y empezamos a releer las últimas
clases. Poco a poco me relajé y empecé a tomar parte en la conversación, recordándome
de las clases de ese último mes, después de dos horas de estudio, terminamos
justo a tiempo.
Nos
dirigimos hacia el aula, mi paso era relajado y liviano, incluso logré sonreír.
Estábamos al frente de la puerta cuando me percaté de una presencia en el corredor
destacándose del resto de las personas.
Esa
presencia me parecía conocida como si mi mente la reconociera, sabía que era un
hombre y hasta sabía exactamente a dónde estaba en ese momento sin tener que
mirar: allí, del otro lado del corredor, lo sentía como si fuese justo a la par
mía. Como dos imanes atraídos el uno por el otro nuestras mentes se conectaron
instantáneamente, comunicándose, intercambio información vital. Yo nada más me
había vuelto un espectador de mi propio cuerpo y de mis pensamientos; no
lograba moverme, tampoco lograba romper la conexión, era como si el otro imán
estuviese jalándome hasta lograr controlar mi mente. Mis manos comenzaron a sudar
y mi estómago se contrajo fuertemente, se estaba acercando, lo sentía; mi
corazón comenzó a palpitar fuertemente como si él también entendiera: faltaba muy
poco para nuestro encuentro, lograba visualizar sus pasos golpeando el piso uno
por uno, al mismo ritmo que mi corazón un paso por cada medio segundo, instintivamente
bloquee mi respiración, diez pasos, nueve…ocho… siete…seis...
—¡Muévete
Nina! —me gritó Lucio junto con mis compañeros quejosos empujándome para liberar
el paso.
Me
senté a mi lugar, y el profesor empezó a dar las instrucciones: el tiempo que
teníamos para contestar y las advertencias, por si acaso. Agarré el paquete de hojas y comencé por leer
todas las preguntas de un tiro, localizando las preguntas complicadas.
Al
terminar el examen observe el reloj sorprendida por haber utilizado únicamente la mitad del
tiempo previsto. Como no podíamos irnos, recordé aquella conexión extraña en el
corredor. Sin saber la razón, presentí que era algo importante y extraño de
interpretar. No poseía ninguna teoría, aunque de algo estaba segura, no había
sido producto de mi imaginación, y que esa sensación había sido mutua. De la
tensión contraje mi puño sudoso sobre el pupitre, conocía esa persona, no
físicamente, pero su esencia sí. Tenía que buscar quién era, no podía permitir
que un desconocido tuviese ese poder sobre mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo
entero estremeciéndome por completo.
¡Qué
día más extraño! Primero ese sueño, o más bien esa pesadilla de la cual ni me
recordaba o muy ligeramente como para poder detenerme a interpretar el
significado con detenimiento; y ahora, esa sensación tan extraña que tampoco
podía descifrar. ¡Qué frustrante!
—Ya
dejen sus lapiceros de lado, el tiempo se acabó. Pasen sus hojas a su compañero
al final de la fila. Nos vemos la semana entrante, empiecen a estudiar el tema
dos —la entonación del profesor era clara y cortante.
—¿Cómo
te fue? —me preguntó Lucio entusiasmado.
—No
te había visto llegar, creo que bien. ¿Y a ti?
—Bien,
me fue bastante bien en la parte teórica, mientras que, la parte de desarrollo
me costó un poco —dijo con cierta alegría que era tan contagiosa que sin saber
cómo le sonreí.
—Tengo
hambre, ¿te parece si vamos comer algo?
—Oh,
Nina de veras que me encantaría pero… tengo… un compromiso. —Parecía incómodo
se quedó viendo sus zapatos como si quisiera evitar mi mirada.
—Está
bien, de por sí tengo muchas tarea pendiente. Gracias por el repaso, me
salvaste.
—¡Claro
cuando quieras! —Me guiñó el ojo y se fue, sin volver a mirar atrás.
Sentí
como un pellizco en el pecho y de repente comprendí que iba a llorar por algún
motivo fuera de mi entendimiento. Soplé, quería que ese día terminara y rápido,
no me gustaba para nada, me dirigí hacia mi carro, con destino a mi
apartamento, la idea de una buena siesta no me haría mal después de todo. En
ese momento mi celular sonó, era mi tío Sam.
—Hola
Sam, ¿Qué me cuentas? —tratando de sonar alegre para no levantar sospechas.
—Muy
bien, Nina. Aquí todo normal, nada de nuevo. ¿Cómo te ha ido esta semana?
—Fluida
—le dije—. Hoy tuve un examen de historia parece que lo aprobé.
—Qué
dicha, Nina de verdad que me alegra montones. Te mandé el dinero para el mes
entrante, a consumir con moderación.
—Claro
Sam —dije riéndome—. Sin duda alguna, sabes que soy bastante cautelosa en ese
sentido, de por sí ni tiempo me queda para distracción alguna.
—Te
voy a dejar, nada más quería informarte de tu mensualidad.
—Muchas
gracias Sam, por todo, de veras. Nos estamos hablando.
—Con
mucho gusto —dijo antes de colgar.
Entré
en el carro suspirando aliviada por estar sola al fin. Apoyé la frente sobre el
volante, me sentía cansada, levanté la
vista y observé al profesor de historia caminando hacia mí, dirigiéndose hasta
mi ventana, un poco sorprendida la abrí por medio de la manivela, lo cual me tomó cierto tiempo; el profesor se
impacientó, hay que decir que no era de mucho contacto con las personas, él
prefería los libros.
—Qué
tal miss De Villaret, siento molestarla, pero tengo que pedirle un favor, es
que…hay un nuevo alumno que se incorporará a la carrera de periodismo y se
unirá a la clase la otra semana. Ya que tienen las mismas materias para este
semestre, los profesores y yo pensamos que usted podría servirle de guía por
algún tiempo.
Me
quedé perpleja frente a su petición; yo que quería estar sola, me ponían un
alumno encima…por algún tiempo. Viendo que la idea no causaba ningún efecto
positivo en mí se preparó para dar media
vuelta.
Al
final de cuentas, por qué no, pensé, podría ser una distracción y una manera de
no dejar que Lucio fuera el centro de mi mundo.
—Sí,
por supuesto, no hay ningún problema.
—Estupendo,
por un momento pensé que iba a decir que no. Él estará mañana ya incorporado a
las otras materias. A propósito, lo que hablamos queda entre nosotros.
—Quiere
decir que él no sabe…—Hizo una mueca y sin dejarme terminar mi frase añadió:
¾Verá miss De Villaret el asunto
es que tengo una reputación de profesor intransigente y no quiero que de ninguna
manera parezca que, me preocupo por mis alumnos.
—Sí
entiendo, puede contar conmigo.
Encendí
el vehículo sin esperar la respuesta. De vuelta en mi apartamento, me senté en
el sofá, extenuada y aburrida de tener que seguir ese ritual de cada día, casa,
estudio, casa. Me reí de mi misma, ninguna tarea que hacer como le había dicho
a Lucio, no tenía hambre, ni ganas de ver televisión. Por lo que me senté otra
vez, pensé en ese momento en Lucio y en su sonrisa tan especial, lo cual me
hizo sonreír; seguramente no lo volvería a ver… hasta la otra semana. ¡Qué
raro!, la percepción que tenía de él
cuando se fue era como borrosa como si… no, mejor no pensar en ello. Me acosté, dejándome deslizar en la torpeza del
sueño que me quedaba por recuperar.
Al
abrir los ojos me quedé sorprendida de cómo el sueño se había abatido sobre mí
al notar que ya era de noche. Increíble, mi estómago gruñó pidiendo que lo
alimentara, parecía un verdadero Tamagoshi.
Fui a la cocina y agarré unas de esas pastas ya hechas con la salsa y todo,
media hora después ya estaban listas y yo sentada frente al televisor viendo
las noticias, la pasta era buena para ser de paquete instantáneo, agarré un
pedazo de pan; de pronto, vi una información sobre un accidente de un vehículo
en las afueras del pueblo sobre la ruta que contornaba el bosque. El vehículo
era blanco, según la imagen, y había chocado contra un árbol. Otro borracho
exclamé sarcásticamente. Cuando el camarógrafo hizo un zoom hacia el vehículo
en cuestión, una calcomanía de mi universidad estaba pegada en el parabrisas,
subí el volumen:
»—…
el vehículo se encontró esta misma tarde chocado contra ese árbol sin nadie
adentro. Según los testigos vieron el vehículo dirigirse a toda velocidad
directamente contra el árbol, pero nunca vieron a nadie salir del vehículo. Los
primeros en llegar fue una muchacha que está ahora mismo interrogada por la
policía local, según los rumores nadie ha visto alguien adentro. La única
evidencia que tenemos en este momento
son unas marcas de frenado a kilómetros de aquí los cuales hay que ver
si son de éste mismo vehículo. Ya se acera la policía, disculpe, disculpe, soy
del canal 13, ¿alguna declaración para los televidentes?
»—Sí,
no tenemos mucho por el momento. Como ya se les ha explicado no hubo nunca
contacto visual con el conductor y algún testigo, lo que se reporta es que el
Nissan se dirigió sin frenar chocando el árbol.
»—¿Sabe
Usted quién es el propietario del Nissan?
»—Déjeme
leer mis apuntes. Sí, es de Lucio Bosco un joven de 25 años, estudiante en la
universidad estatal.
Mi
tenedor se cayó en el piso.
CAPITULO 2 SEMANA PROXIMA, COMENTARIOS? :)
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